Desde siempre, los seres humanos han empleado diversos gestos para saludarse, ya sea entre amigos o desconocidos. Entre las formas más antiguas y populares (al menos en la cultura occidental) se encuentran los apretones de manos y los besos. Sin embargo, son expresiones que pueden dejar de existir debido a la pandemia de COVID-19 que enfrenta la humanidad. ¿Será el final de estas costumbres tan arraigadas?
Esta expresión aparece ya ilustrada en el mundo griego a través de lápidas y cerámicas en las que se pueden ver dibujos de dioses cerrando tratos, guerreros marchándose al combate y espíritus de muertos llegando al inframundo.
Los antiguos romanos también se estrechaban las manos. Se sabe que lo hacían en medio de los encuentros que tenían en el Foro, en el Senado o en alguna celebración.
Pero, ¿Qué significa realmente este gesto? Entender el sentido del apretón de manos resulta algo complicado dado que su representación varía según el contexto cultural. En Estados Unidos, durante el siglo XIX, parece que fueron los cuáqueros quienes impulsaron esta forma de saludo. Esta comunidad religiosa, fundada en Inglaterra en el siglo XVII, tenía la convicción de que el apretón de manos era una manera “más democrática” de saludarse que otras como hacer la venia o descubrirse la cabeza. Creían que era un modo de omitir las jerarquías.
Pero detrás de un apretón de manos puede haber mucho más. En 2015, tras un curioso experimento, científicos del Instituto de Ciencia Weizman concluyeron que el origen de este saludo surgió de la necesidad de conocer al otro, descubriendo que a través del mismo se transmiten señales químicas.
En el experimento, los científicos grabaron apretones de manos entre 280 personas desconocidas entre sí y notaron con cierto asombro que cerca de un 25% se olían las manos después. Es algo similar a lo que los perros hacen entre ellos cuando se encuentran, pero más acorde a nuestros preceptos sociales.
El beso, una forma de saludarse más afectuosa
Besarse, incluso en las mejillas, es un modo de saludarse mucho más íntimo y afectuoso. Aunque en el mundo occidental no es tan habitual entre desconocidos. Los romanos se saludaban de beso, y hasta clasificaban el gesto en tres versiones: el osculum (besarse en las mejillas, tradicional entre amigos), el basium (besarse en los labios, designado entre parejas de esposos) y el suavem (beso entre amantes).
Tiempo después el cristianismo adoptó este mismo saludo y comenzó a usarlo en las ceremonias religiosas. Por ejemplo, San Pablo, en su Epístola a los romanos, sugería a sus discípulos “saludarse con un beso sagrado”.
El beso se utilizó en la Edad Media como muestra de lealtad y para cerrar tratos. Se cree que la costumbre fue abandonada en Francia tras la mortífera epidemia de peste que afectó a Europa en el siglo XIV, y que se volvería a usar hasta después de 1799, finalizada la Revolución Francesa.
El apretón de manos, un gesto repleto de gérmenes
En 1929, una enfermera llamada Leila Given escribió un artículo titulado “El significado bacteriano de un apretón de manos”, describiendo desde esa época la creciente costumbre de los apretones de manos como un ritual social y advirtiendo que con este gesto se podían transmitir gérmenes muy fácilmente.
Por su parte, la científica Valerie Curtis, de la Facultad de Higiene y Medicina Tropical de Londres, en su libro Don’t Look, Don’t Touch, Don’t Eat (No mires, no toques, no comas) publicado en 2013, afirma que una posible razón para saludarse de beso y estrecharse las manos es para indicar que la otra persona es lo suficientemente confiable como para compartir gérmenes con ella.
Así entonces, en medio de las actuales circunstancias que atraviesa la humanidad, y por más confianza que nos inspiren familiares y amigos, lo mejor es dejar de saludarnos a través de estas formas tan arraigadas en nuestra sociedad. Al menos por un tiempo, mientras la COVID-19 esté al acecho, debemos darle un descanso al apretón de manos y al beso.
Tomado de: Grandes Medios.