Por: Alejandro Gómez Tamez / @alejandrogomezt *
Ahora en día, la noticia más importante en materia económica a nivel mundial es el de la elevada inflación, misma que está golpeando a naciones ricas y pobres, pero con diferentes proporciones. De hecho, para el presente año se espera que la inflación mundial registre la tasa más alta desde 1996, al promediar una variación de más de 7.0%, provocada principalmente por los altos costos de los energéticos y de los alimentos, según la nueva estimación al alza de Oxford Economics.
El petróleo ha experimentado una gran volatilidad y fluctuaciones extremas en los últimos meses y semanas, a medida que los mercados siguen la evolución de la guerra entre Rusia y Ucrania. Incluso antes de la guerra, el mercado del petróleo ya presentaba un desequilibrio entre demanda y oferta, ya que la recuperación de la actividad económica tras la crisis del Covid-19 provocó que se drenaran los inventarios, lo que provocó que los precios se dispararan. Por su parte, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Ucrania y Rusia son de los principales países productores mundiales de trigo, cebada, maíz, al tener una participación promedio de 27%, 23% y 15% de las exportaciones globales entre 2016 y 2020, respectivamente.
Como lo mencioné líneas arriba, la inflación está afectando a las naciones en diferentes proporciones, pero casi todas están sufriendo sus estragos. Con los datos más recientes disponibles, vemos los casos más escandalosos como Turquía con una tasa de inflación de 61.1%, Argentina con 52.3%, Rusia con 17.49%, República Checa con 12.7%, Brasil con 11.3% y Polonia con 10.9%; casos de inflación intermedia como Chile con 9.4%, Estados Unidos con 8.5%, Colombia con 8.5%, México con 7.5% e India con 7.0%; y casos de inflación moderada como Reino Unido con 6.2%, Dinamarca con 5.4%, Suecia con 4.3%, Corea del Sur con 4.1%, Australia con 3.5%, Suiza con 2.4%, China con 1.5% y Japón con 0.9%. Respecto a este último grupo cabe señalar que aunque parezcan tener tasas bajas de inflación, son países que generalmente tienen tasas de aumento de los precios por debajo del 2.0% o inclusive sufren de deflación.
Respecto de la inflación en países desarrollados, es obligado analizar el caso de Estados Unidos, donde la inflación no tienen las mismas causas que en otros países desarrollados. El pasado martes 12 de abril, se informó que el alza de precios fue de 1.2% en marzo. Esta es la mayor subida mensual desde que se inició la escalada de inflación actual, por lo que el aumento de precios en los últimos 12 meses llegó al 8.5%, la tasa más elevada desde 1981. Los funcionarios de la Casa Blanca habían salido el día anterior a “curarse en salud” advirtiendo que el informe de inflación que sería publicado el día siguiente sería feo y culparon a Vladimir Putin de este problema. Sin duda, eso es mejor que admitir la culpa por los propios errores de política económica (fiscal y monetaria) que han cometido, ya que deben reconocer que la inflación de precios al consumidor no surgió a partir de la invasión de Rusia a Ucrania, sino que ya era un problema desde el cuarto trimestre de 2021. Y desde luego, que no se puede ignorar el hecho de que desde hace dos años, Estados Unidos ya registraba un importante problema de inflación de precios de activos, con alzas importantes en viviendas, acciones bursátiles, obras de arte, commodities, criptomonedas, entre muchos más.
En Estados Unidos los precios de la energía durante marzo contribuyeron en gran medida al aumento de la inflación, y parte de eso se debe a lo inestabilidad en los mercados petroleros. Pero los llamados precios subyacentes, mismos que excluyen alimentos y energía, subieron un 6.5% en los últimos 12 meses. Por su parte, los precios de los servicios, excluida la energía, que no se suponía que se verían afectados por las interrupciones de la cadena de suministro, presentan un aumento de 4.7 % en el último año.
Si se analiza en una gráfica, es fácilmente identificable que la tendencia de la inflación ascendente en Estados Unidos comenzó hace un año, al comienzo de la presidencia de Biden. Se ha acelerado durante la mayor parte de los últimos 12 meses y eso fue mucho antes de que Putin decidiera invadir a su vecino. El momento actual refleja que hay demasiado dinero en busca de pocos bienes, debido principalmente a la combinación de una creciente deuda pública monetizada (por un aumento del gasto federal) y una política monetaria expansiva con un Banco de la Reserva Federal (FED) que no ha dejado de aumentar su hoja de balance. En este contexto muchos en México se preguntan porqué el dólar está tan barato (19.96 pesos por billete verde al escribir estas líneas) y la respuesta tiene que ver con la enorme cantidad de dólares en circulación y al hecho de las tasas reales negativas que ofrece tener dólares como ahorro.
¿Qué fue lo que detonó el problema inflacionario en EE.UU.? Hay que recordar que el presidente Trump firmó un proyecto de ley de alivio de Covid de $900 mil millones de dólares, ya innecesarios para diciembre de 2020, y los Demócratas arrojaron queroseno sobre la leña con otro paquete de estímulo de $1.9 billones de dólares en marzo de 2021. Por su parte, la FED continúa generando tasas de interés reales negativas (de -8.1% anual en la actualidad) a casi dos años después de que terminó la recesión pandémica. No cabe duda de que la inflación en la economía más grande del planeta es producto de las decisiones tomadas en Washington, D.C.
En el caso de México, la inflación de precios al consumidor ya estaba en niveles por encima del 5.0% anual desde abril de 2021, por lo que tampoco se le puede echar la culpa de la actual escalada de precios únicamente al conflicto en Ucrania, que ha tenido impactos en precios de alimentos y de energéticos.
Es verdad que México se ha visto afectado por los problemas logísticos internacionales y por la escasez de ciertas materias primas, pero también es cierto que hemos visto una enorme expansión monetaria que podría ser una de las principales fuerzas detrás del alza de precios. Tenemos que en entre febrero de 2020 y el mismo mes de 2022, el agregado monetario M1 (billetes y monedas en circulación más depósitos a la vista) creció 38.4% en términos nominales, mientras que el agregado monetario M2 (está integrado por el M1 más los instrumentos monetarios a plazo en poder de los sectores residentes nacionales tenedores de dinero) creció 20.7% nominal. Y este aumento del circulante no sólo se debió a la crisis causada por el virus chino del Covid-19, ya que una vez pasada la crisis, en el periodo de febrero de 2021 a febrero de 2022 M1 creció 14.1%, mientras que M2 aumentó 8.9%.
La teoría cuantitativa del dinero es muy clara y establece que si aumenta el dinero en circulación y no crece la producción, el resultado será un aumento de precios. Por eso, no es descabellado pensar que no todo el problema inflacionario de México es estructural o que se debe a problemas internacionales, sino que también se debe a un enorme crecimiento del dinero en circulación.
En este contexto, tenemos que el INEGI recién informó que en marzo de 2022, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) presentó una variación de 0.99% respecto al mes anterior. Con este resultado, la inflación general anual en México se ubicó en 7.45%. En cuanto al índice de precios subyacente (que excluye frutas, verduras, energéticos y tarifas administradas por el Estado), éste registró un incremento de 0.72% mensual y fue de 6.78% anual. Por su parte, el índice de precios no subyacente aumentó 1.79% a tasa mensual y 9.45% a tasa anual. Finalmente, en marzo del 2022, la canasta básica registró una tasa de inflación interanual de 8.07%.
Desde luego que la escalada de precios representa malas noticias para los trabajadores y consumidores. De acuerdo con cifras del IMSS, al 31 de marzo de 2022, el salario base de cotización promedio de los puestos de trabajo formales afiliados al instituto alcanzó un monto de $472.50 pesos diarios. Este salario representa un incremento anual nominal de 10.5%, pero al tomar en cuenta la inflación de 7.45%, pues el aumento nominal se diluye a sólo 2.8% real anual. Y este es el caso para el promedio del salario del sector formal de la economía, por lo que hay muchos trabajadores que no han recibido este tipo de incremento nominal en su salario en el último año, por lo que ahora están con un poder adquisitivo más bajo. No se diga, los millones que trabajan en el sector informal de la economía siendo autoempleados, seguramente a ellos les está afectando más la inflación.
Otro impacto para los trabajadores y la economía en general, es lo que sucederá con las tasas de interés. Se sabe que el Banco de México asumirá una posición más agresiva con alza de tasas de interés para combatir la inflación. Con información de la subasta de Cetes del lunes 11 de abril, en GAEAP calculamos la tasa de interés implícita anualizada para los Cetes a 28 días en el futuro, y vemos que ésta es de 7.43% para dentro de 91 días, de 8.12% para dentro de 176 días y de 8.98% para dentro de 357 días. Esto implica que el mercado anticipa que el rendimiento de los Cetes a plazo de 28 días estará 2.46 puntos porcentuales más altos en un año respecto de lo que están ahora. Si esto se cumple y los Cetes a 28 días están en 9.0% dentro de un año o antes, pues podemos irnos despidiendo de las hipotecas baratas. Además de que las tasas de interés para los negocios y tarjetas de crédito también seguirán aumentando. Obvio esto también pone en serios aprietos las finanzas públicas, ya que el cálculo de costo financiero para la deuda del sector público en 2022 se hizo con una expectativa de tasa de interés promedio para este año de apenas 5.0%. La Secretaría de Hacienda había anticipado que el costo financiero de este año sería de 791,463 millones de pesos; sin embargo, en los Precriterios 2023 ahora se prevé que los recursos destinados a este rubro sumen 869,337 millones de pesos. Esta última estimación se ve bastante optimista y no se puede descartar que el costo financiero rebase los 900 mil millones de pesos este año.
Finalmente, también está el riesgo de caer en una recesión, tanto en Estados Unidos como en México. Como lo he venido señalando en este espacio, las expectativas de crecimiento económico por parte de analistas se han venido ajustando a la baja. En la más reciente Encuesta Citibanamex de Expectativas, se menciona que en cuanto a crecimiento del PIB para 2022 éstas disminuyeron a 1.9% de 2.0%, pero el rango de pronósticos para el crecimiento este año ahora va desde los más pesimistas que lo ven en 1.1% hasta los más optimistas que lo ubican en apenas 2.3%.
En el caso de Estados Unidos, el pasado 16 de marzo, la FED recortó su pronóstico de crecimiento de su PIB a 2.8%, desde una perspectiva previa de 4.0%. Sin embargo, hay voces como la del director ejecutivo de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, que advierten del riesgo de que la FED lleve accidentalmente a la economía estadounidense a una recesión mientras combate la inflación, está aumentando. Esto desde luego que debe preocuparnos porque ahora somos más dependientes que antes en el desempeño de la economía de Estados Unidos para crecer. Una recesión en nuestro vecino del norte, terminará por descarrilar la economía de México, convirtiendo este sexenio en el de peor desempeño económico desde la Gran Depresión.
El gran problema es que en México no se están tomando medidas contracíclicas para evitar este escenario, y no se trata de endeudar más a México (para este año la SHCP contempla que los requerimientos financieros del sector público federal sean equivalentes a 3.7% del PIB, de ese tamaño será la deuda adicional de este año), sino de crear una atmósfera propicia para la inversión y los negocios, pero el actual gobierno federal, ni eso está dispuesto a realizar. Preparémonos para al menos dos años de elevada inflación y carestía, bajo crecimiento económico y una continuada incertidumbre mundial.
Director General GAEAP*
alejandro@gaeap.com