Por: Rodrigo Enrique Martínez Nieto / @roymnieto *
A propósito de la importancia del pensamiento creativo para el diseño del futuro que deseamos, la ONU designó el 21 de Abril como el Día Mundial de la Innovación y Creatividad.
Por supuesto, después de lo vivido en estos últimos años, creo que nadie puede negar la importancia de ser capaz de adaptarse usando el conocimiento disponible. Gracias a esa habilidad es que hemos podido sobrevivir ante condiciones de vida tan cambiantes.
Ahora debemos adueñarnos de la posibilidad de reiniciar y replantear nuestras metas personales de trabajo, salud, familiares y espirituales; pero también de asumir que el destino de todos está condicionado a que seamos capaces de construir un nuevo consenso universal para un futuro sostenible.
Por ello es que resulta esencial la capacidad de mirar con nuevos ojos los viejos esquemas, mantenerse en movimiento, promover la diversidad y estimular la cultura, el arte y la filosofía como un ejercicio de supervivencia.
Desarrollar el pensamiento creativo es por tanto nuestra tarea más importante en esta “nueva normalidad”. Es retomar el ejercicio de plantar un árbol desde la certeza de que en algún momento dará cobijo a una nueva generación.
Y aunque los seres humanos ya fuimos diseñados genéticamente para usar nuestro cerebro, es decir, pensar; es en la primera infancia donde desarrollamos el potencial para pensar simbólicamente, fantasear.
Ahora, gracias a los avances de la ciencia, es que sabemos que el cerebro nunca deja de aprender y que puede modificar su anatomía y estructura para modificarse y expandirse.
Por esta razón es que todos aquellos trabajos que tienden a ser mecánicos, operativos, rutinarios, son los primeros que desaparecen sustituidos por un robot que es económicamente más eficiente.
Ahora, ¿cómo desarrollar el pensamiento creativo?
Partimos de la base de que si no se usa, se pierde.
Y en esta era de abundancia y sobre información, una verdadera experiencia de lujo es encontrar tiempo y silencio. Un ser creativo requiere de un espacio para preparar y enfocar: ¿qué quiero resolver?, ¿qué necesito saber?
Después viene la etapa de generar ideas o incubación. Buscar soluciones de manera consciente. Crear desde todo aquello que inspira y convoca a pensar de manera alterna.
Continúa el momento de la evaluación. Se trata de procesar, sistematizar y decidir si esas ideas generan algún valor real. Para ello conviente preguntarse si esas propuestas aportan algo a la vida de los demás.
En caso de que la respuesta sea positiva, entonces viene la etapa más fina, la de transformar “la utopía en realidad”. Construir el puente entre el mundo de las ideas y el mundo real.
Es aquí donde el proceso creativo termina y comienza la verdadera innovación, lo que obliga a salir de la zona de confort, esforzarse, cambiar, animarse y convencer a los demás.
Como refiere John Cleese, “no sabemos de dónde vienen nuestas ideas. Lo que sí sabemos es que no vienen de nuestras laptop”.
Por ello es que el pensamiento creativo, esa cualidad inminente al ser humano, es el camino, en medio de tanto dolor, para encontrar un nuevo impulso que reoriente nuestra visión a través de la innovación y el emprendimiento con enfoque social.
En estos meses, he leído casi como un mantra, la tesis Darwiana de que la especie que sobrevive no es la más inteligente ni la más fuerte, sino la que se adapta mejor al cambio.
La propuesta es una nueva taxonomía donde la busqueda de creación de valor y vidas con propósito sea la visión prospectiva para el mundo más alla de la pandemia porque, como diría el escritor Andre Gidé, a pesar de que “todo lo que necesita decirse ya se ha dicho; como nadie estaba escuchando, todo tiene que decirse de nuevo”.
* Rodrigo es Licenciado en Administración Financiera (ITESM´04), Maestro en Administración (UG’07) y Doctor en Ciencias del Desarrollo Humano (UNIVA’15).
De 2009 a la fecha ocupa la rectoría de la Universidad Santa Fe, A.C., institución educativa de gestión privada ubicada en la Cd. De Guanajuato Capital