La otra gran crisis

Por: Rodrigo Enrique Martínez Nieto / @roymnieto*

 

“Pronto tendremos vacunas suficientes contra el virus. Pero no habrá vacunas contra la pandemia global de la depresión”,  Byung-Chul Han

 

Los impactos que tiene la Pandemia por COVID – 19 han sido devastadores.

Lo más evidentes son aquellos que podemos evaluar estadísticamente y que nos permiten hacer ejercicios de análisis comparativo para dimensionar los efectos que han tenido las medidas de contención.

Primero, el más cruel, desde que se conoció el primer caso en México hace 391 días, se tienen identificados más de 2 millones de casos confirmados y ya muy cerca de alcanzar las 200 mil defunciones de manera oficial (https://coronavirus.jhu.edu/region/mexico).

Paralelamente, el confinamiento y la disminución de todas las actividades productivas del País, provocó la crisis económica más profunda de los últimos 75 años.

El principal dato ya conocido al cierre del año anterior es el desplome del principal indicador económico, el Producto Interno Bruto, que tuvo una caída cercana al 9%.

A nivel micro esto se traduce en pérdida de empleos (709 mil empleos formales ante el IMSS tan solo el año pasado) e incremento de la pobreza (aumento de entre 8.9 y 9.8 millones de mexicanos que se ubican debajo de la línea de pobreza);  de acuerdo al último reporte de CONEVAL (https://www.coneval.org.mx/SalaPrensa/Comunicadosprensa/Documents/2021/COMUNICADO_01_IEPDS_2020.pdf).

En educación, INEGI hace un par de días presentó los primeros resultados del impacto que tuvo el  cierre de escuelas y la aplicación del programa de educación remoto de emergencia: 8.8 millones de alumnos abandonaron sus estudios en el presente ciclo escolar 2020 – 2021, lo que equivale a la población de todo el Estado de Jalisco.

Y el 58.3% de aquellos que se mantuvieron dentro del Sistema Escolarizado opinan que no se aprende o se aprende menos que de manera presencial. (https://www.inegi.org.mx/investigacion/ecovided/2020/)

 

Crisis en la salud mental

Pero existe también un fenómeno que está creciendo de manera exponencial.

Que todos percibimos e inclusive lo manifestamos con nuestras palabras, acciones o actitudes.

Que está mermando nuestra calidad de vida, y para el cual la gran mayoría no cuenta con herramientas para atenderlo porque se trata de un impacto silencioso y difícil de atender de manera individual: la crisis en la salud mental.

Dado que la epidemia viral ha afectado nuestras interacciones más elementales con los demás y con los objetos que nos rodean, incluyendo nuestros cuerpos, nos ha dejado solo el espacio virtual como ambiente seguro para movernos libremente (Žižek 020).

Y por supuesto esto tiene consecuencias:

El Microsoft Work Index (https://www.microsoft.com/en-us/worklab) , confirma que casi el 40% de las personas que mantuvieron su empleo, reportan sentirse agotados especialmente por el incremento de horas frente a la computadora.

Si a esto le adicionas el reto de tener a los hijos en casa y mediar con ellos en su proceso escolar; la pérdida de espacios para la recreación y la convivencia social; la presión económica que supone estirar el presupuesto para adquirir menos cosas (inflación);  la mala nutrición; la disminución significativa de la actividad física y el miedo a perder la salud de un ser querido; estamos ante una situación que apunta a ser el problema más complejo de resolver en el mundo Post Pandemia.

Japón es uno de los países que recientemente reporta un aumento importante en las tasas de suicidio, principalmente en mujeres que creció en un 15% comparado con el año pasado.

Se trata sin duda de una catástrofe que afecta lo más valioso del ser humano, la razón de Ser y Estar.

Las familias que previo a esta pandemia ya contaban con una persona enferma en casa o con alguna discapacidad, reportaron un 83% de aumento en sus niveles de estrés y de sensación de aislamiento de acuerdo a un estudio realizado por la facultad de Medicina de la UBC ( https://news.ubc.ca/2021/03/23/survey-uncovers-pandemics-complex-impact-on-people-living-with-dementia-and-their-families/?utm_campaign=COVID-19%2CMR+-+Q%26A&utm_content=1616513410&utm_medium=sprout&utm_source=linkedin)

Y los niños, adolescentes y adultos jóvenes no perdieron sus clases o los aprendizajes esperados por un año, sino su principal espacio de convivencia e interacción donde aprendían las herramientas sociales para mediar con el mundo.

Lo que en educación nombramos educación socio-afectiva, ha demostrado ser el principal elemento de valor para un estudiante que participa de un ambiente educativo escolar, ya que constituye una experiencia de vida que no se puede adquirir virtualmente.

Esta afectación a la salud mental nos lleva a una lucha por la sobrevivencia abandonando la búsqueda existencial del “bien vivir”; o como señala Byung-Chul Han (2021), en la lógica de la supervivencia sacrificamos todo lo que hace que la vida sea digna de ser vivida.

Quizá la propuesta de avances tecnológicos e interacciones digitales que nos ofreció la modernidad, no responde a las verdaderas necesidades del ser humano.

Atender las emociones y los afectos, el contacto y las conexiones profundas y significativas, redifinir nuestro código de valores y construir una conciencia solidaria y global, debería de ser nuestro principal objetivo para esta Nueva Era pos COVID-19.

Este virus no afecta únicamente a los contagiados, sino también a los “sanos”.

 

*Rodrigo es Licenciado en Administración Financiera (ITESM´04), Maestro en Administración (UG’07) y Doctor en Ciencias del Desarrollo Humano (UNIVA’15).

De 2009 a la fecha ocupa la rectoría de la Universidad Santa Fe, A.C., institución educativa de gestión privada ubicada en la Cd. De Guanajuato Capital

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