Por: Rodrigo Enrique Martínez Nieto / @roymnieto*
“Debemos enseñar desde el cerebro del que aprende”, José Antonio Fernández Bravo
Estamos acercándonos a cumplir un año desde que se determino el cierre todos los centros escolares de manera presencial en todo el País.
Al momento de escribir estas líneas, el sector educativo es el único que no ha podido reactivar sus actividadades así que, para evitar que se perdiera el año escolar y como alternativa remedial, la autoridad educativa puso en marcha un programa de escolarización que denominó “Aprende en Casa”.
El programa “Aprende en Casa” se basa en los contenidos curriculares del programa oficial de estudios que se transmite por televisión diariamente, donde se espera que los niños, niñas y adolescentes sigan la programación que corresponde a su grado y realicen las tareas que después se enviarán a los profesores a través del medio que tengan a su alcance.
Por supuesto, esta dinámica sostenida durante tantos meses está generando brechas profundas en cuanto al aprendizaje y causando una huella socio emocional que no se puede dimensionar porque los recursos para realizar investigaciones están siendo cada vez más limitados.
Siendo que la educación es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de cualquier humano y, por tanto, de cualquier sociedad; debemos de estar preocupados por las consecuencias que esta pandemia tendrá en toda una generación más allá de las evidentes en el corto plazo como la terrible crisis de salud y el impacto económico que ha ocasionado la pandemia.
Dado que en la agenda del gobierno, el tema educativo no es prioridad; corresponde a los otros actores sociales que tenemos interés, involucrarnos de manera activa en la búsqueda de soluciones a los nuevos escenarios inmediatos sin desatender la visión que queremos rediseñar un mejro futuro.
De principio, es necesario refundar un nuevo modelo educativo alejado de los criterios de Memoria y Comprensión, para promover una educación que no se centre en la entrega de contenidos sino de criterios.
Donde se privilegie el aprendizaje personalizado y se incorporen los procesos educomunitcativos de manera bidireccional y asincrónica.
Una educación que replanteé el concepto de Empleabilidad para responder no solo a la demanda del mercado laboral, sino a los nuevos principios y valores que acompañan a las generaciones Millennial y Centennial.
Que fomente la potencialización de los talentos individuales a través de la colaboración y la puesta en común, por sobre la competición y la meritrocia entendida como la acumulación de grados y años de experiencia profesional.
Una educación donde el alumno aprenda más y se estrese menos.
Porque la neurociencia nos ha brindado la tecnología y la evidencia científica para comprender que “solo se puede aprender aquello que se ama” como lo refiere el experto Francisco Mora.
Por tanto, el gran reto de los padres de familia y las instituciones educativas en esta nueva era Pos Pandemia será construir un nuevo pacto donde se le reste importancia a llenar la cabeza de contenidos, obtener buenas calificaciones, el grado que se cursa o la obtención de la carta de buena conducta; sino construir como comunidades una nueva filosofía educativa centrada en formar hombres y mujeres competentes, críticos, emocionalmente fuertes (resilientes), con una comprensión de lo que significa ser ciudadano del mundo en el siglo XXI.
En resumen, la verdadera revolución educativa está en la pedagogía, no en la tecnología.
*Rodrigo es Licenciado en Administración Financiera (ITESM´04), Maestro en Administración (UG’07) y Doctor en Ciencias del Desarrollo Humano (UNIVA’15).
De 2009 a la fecha ocupa la rectoría de la Universidad Santa Fe, A.C., institución educativa de gestión privada ubicada en la Cd. De Guanajuato Capital