Por Fidel Ramírez Guerra / @periodistafrg
El sistema de partidos políticos está en crisis de credibilidad ante el electorado.
Los ciudadanos no votan porque no creen en el proceso electoral.
Además, los partidos tienen sus propias crisis internas por pugnas por el control de las dirigencias, de los presupuestos y de las posiciones.
La política se ha convertido en una forma de vida, de manutención y de progreso patrimonial para miles y miles de políticos.
De los partidos, de los gobiernos, han salido enormes fortunas durante los sexenios y sexenios.
Entran unos y salen otros. Entran estos y salen. Vienen más y así, hasta que este país ha perdido oportunidades de desarrollo por el descarado saqueo de las clases políticas y distintas partidarias.
Los partidos son rehenes en turno de las dirigencias momentáneas y quienes dirigen de momento se quedan con los pasteles, ante el enojo de quienes quedan fuera de las rebanadas.
Si no se actúa la crisis del sistema de partidos políticos se va a profundizar, hasta que no haya un ciudadano que les crea.
Es decir, cuando los porcentajes de votación caigan hasta en menos de un 40 por ciento.
Para rescatar la credibilidad ciudadana en las elecciones ha habido en el tiempo diversos esfuerzos relacionados con reformas electorales.
Una gran reforma fue a principios de los años 70, luego del movimiento estudiantil del 68.
Jesús Reyes Heroles y Fernando Gutiérrez Barrios trataron de incorporar a los estudiantes de este proceso en los partidos políticos satélites que creó.
Así, las reformas electorales han sido paulatinas en el tiempo y este 21 nos devela un aprendizaje:
Los partidos NO están enteramente abiertos a espacios a la sociedad civil porque las designaciones son discrecionales al grupo en el poder de las dirigencias.
Y lo que es necesario aquí es la obligatoriedad para que los partidos incorporen candidaturas ciudadanas reales, que previamente transiten por filtros de evaluación, honestidad, trayectoria y transparencia.
Otro aspecto de la urgente reforma electoral es simplificar la tramitología para las candidaturas independientes, de tal manera que haya menos trámites y más evaluación ciudadana e incluso primarias entre aspirantes.
Si no se concretan estas reformas en los próximos años el daño a nuestra democracia será mayor.
Es tiempo de la ciudadanía plena.
Los partidos políticos, que deberían de ser instrumentos de la sociedad civil para el fomento de la democracia y perfeccionamiento del Estado mexicano, se han convertido en simples generadores de empleos para grupos de politicastros.
Los partidos, aún con holgado presupuesto, no están cumpliendo su tarea ciudadana.
Es ahora o nunca.
Y los ciudadanos tienen la palabra.
Aquí veremos el tamaño del compromiso de personajes como Marcelino Trejo, en León. Eduardo Ordoñez, en Irapuato. Y Juan Carlos González Muro, en Salamanca.