Medusa de 28 ojos podría ayudar a reescribir la historia evolutiva de nuestra visión

En el extenso tapiz de la evolución, pocos órganos despiertan tanta fascinación como el ojo. Complejo, sensible, aparentemente milagroso. ¿Cómo pudo algo tan sofisticado surgir en criaturas tan dispares como el ser humano y una medusa?

La ciencia comienza a encontrar respuestas en lugares insospechados. Uno de ellos es Bougainvillia cf. muscus, una medusa apenas mayor que una uña, poseedora de 28 ojos diminutos y ahora también, de un genoma completamente descifrado.

Este sorprendente trabajo es obra del laboratorio de Aide Macias-Muñoz, profesora de ecología y biología evolutiva, quien junto a su equipo y colaboradores ha logrado lo que hasta hace poco parecía imposible: mapear el código genético completo de esta especie elusiva y poco estudiada.

Su hallazgo representa una ventana hacia el pasado profundo de la evolución visual, y tal vez, una llave hacia futuros descubrimientos sobre la regeneración y la diversidad de la percepción luminosa.

46.000 genes

La medusa Bougainvillia cf. muscus, perteneciente al grupo de los hidrozoos, es una criatura esquiva incluso en los entornos controlados de laboratorio. El equipo originalmente intentaba estudiar una especie más accesible—Tripedalia cystophora, o medusa caja—pero la Bougainvillia emergió espontáneamente en sus tanques de agua de mar.

De este accidente afortunado nacieron 15 ejemplares, diminutos y frágiles, de los cuales se extrajo ADN suficiente para construir un mapa genético con más de 46.000 genes previstos, entre ellos un conjunto especialmente inusual de 20 opsinas, las proteínas sensibles a la luz que permiten a los seres vivos detectar su entorno visual.

Otra ruta evolutiva

Mientras que los humanos usamos apenas cuatro opsinas para distinguir colores y contrastes, Bougainvillia emplea una batería completamente distinta, posiblemente resultado de una ruta evolutiva alternativa. En otras palabras, esta medusa no solo ve el mundo de otro modo: lo hace con herramientas biológicas distintas a las nuestras y también a las de otras medusas.

Aunque las estructuras oculares de Bougainvillia son simples ocelli—células sensibles a la luz sin lentes ni retinas—su arquitectura genética revela una sofisticación inesperada. Estos ojos no ven imágenes nítidas, pero sí permiten percibir luz y oscuridad, ritmo circadiano y tal vez incluso dirección lumínica.

Pero lo particularmente relevante es esto: la diversidad de opsinas detectadas sugiere una evolución convergente, es decir, múltiples caminos independientes que llegan a una solución similar: la visión.

Estructura de los ojos

Imagen ampliada de los bulbos marginales en la base de los tentáculos de la medusa buganvilla, que albergan sus ojos, visibles aquí como puntos negros. Las buganvillas tienen siete ocelos en cada uno de sus cuatro bulbos marginales, lo que da un total de 28 ojos.

Estructura de los ojos

¿Cómo se hizo?

El equipo utilizó tecnología de secuenciación de última generación en la Universidad de California, Irvine, con plataformas PacBio Sequel II, para lograr una lectura de alta fidelidad del genoma. Tras rigurosos procesos de limpieza, ensamblaje y verificación, se eliminaron posibles contaminantes y se logró una representación genética detallada, validada con herramientas como BlobToolKit y BUSCO. Este proceso, técnico y minucioso, garantiza que el mapa del ADN de la medusa no solo sea extenso, sino también confiable.

Aide Macias-Muñoz ve en este genoma una oportunidad para comparar cómo distintos animales desarrollaron capacidades visuales partiendo de un ancestro común. El hallazgo podría arrojar luz sobre uno de los problemas más discutidos de la teoría evolutiva: la aparición repetida del ojo en líneas filogenéticas distintas.

Más allá de las preguntas sobre cómo se desarrolló la vista, este estudio también abre la puerta a otro misterio igualmente fascinante: la regeneración ocular. Algunas medusas pueden reconstruir sus órganos visuales tras sufrir daños, una habilidad comparable a la regeneración de colas en reptiles. Estudiar los genes implicados en ese proceso podría tener implicaciones biomédicas en el futuro, especialmente en terapias regenerativas para la visión humana.

El genoma de Bougainvillia es, por tanto, más que un catálogo genético: es una pieza en el rompecabezas mayor de la evolución. Con cada nueva especie secuenciada, nos acercamos más a comprender no solo cómo vemos, sino por qué.

Fuente: National Geographic

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