Las poquianchis, hermanas asesinas

Las Poquianchis fueron un grupo criminal, conformado por cuatro mujeres; ellas eran hermanas y se dedicaban a la trata de blancas operando en parte de Jalisco y Guanajuato en los años de 1945.

Delfina, María de Jesús, Carmen y María Luisa, todas hermanas, fueron detenidas en Jalisco en 1964, ya que construyeron una red de secuestró y prostitución.

Las Poquianchis asesinaron entre 90 y 150 personas entre mujeres explotadas, recién nacidos y clientes, hecho que las considera las asesinas seriales con el mayor número de víctimas en la historia de nuestro país.

Estas mujeres nacidas en El Salto, Jalisco manejaban prostíbulos en este mismo estado y Guanajuato, lugares en donde golpeaban y sometían a sus víctimas.

Nacidas en una familia de carácter disfuncional, su padre, un policía del gobierno porfirista, alcohólico y que las maltrataba, mientras su madre era una fanática religiosa; cuando los padre murieron, las hermanas usaron la herencia para iniciar un negocio que para ella era seguro.

Su negocio se trataba de una cantina en El Salto de Juanacatlán, municipio de Jalisco en la que además de ofrecer tragos, también vendía los servicios de jóvenes prostitutas, como el negocio marchaba bien se extendieron hasta Lagos de Moreno pero ahora con un servicio extra, que era la renta de cuartos para que las parejas tuvieran encuentros sexuales.

El negocio iba en crecimiento, entonces Delfina contrató a su hermana Carmen para que le llevara la contabilidad, quien la convenció de legalizar el negocio y después de obtener los permisos necesarios, instalaron “Guadalajara de Noche” el burdel más famoso de esos tiempos en la zona.

También se relacionaron con secuestradores para conseguir a las mujeres que prostituían, que oscilaban entre los 12 y 15 años.

Cuando las mujeres pasaban de los 25 años, eran asesinadas y algunas otras se convirtieron en cómplices proxenetas, otras llegaron a enfermar y morir, si alguna quedaba embarazada, se le practicaba un aborto, incluso también asesinaron a los niños que llegaron a nacer.

El hijo de Delfina se encargaba de supervisar a las jóvenes, de controlar la seguridad del lugar y además les pagaba a las autoridades para que no les clausuraran el lugar, pero un día no les funcionó el pago a los agentes y llegaron a cerrarles el lugar, en donde el “El Tepo”, hijo de Delfina respondió sacando un arma de fuego, pero los agentes de la policía inmediatamente lo acribillaron ante su madre.

Este suceso desencadenó las ganas de vengarse de Delfina y comenzaron a contratar a militares para encontrar a los responsables del asesinato de su hijo y de esa manera iniciaron con una serie de asesinatos a los policías que estuvieron involucrados.

Debido a esta situación las hermanas decidieron mudarse a Guanajuato, con María de Jesús, otra de las hermanas González, quien también tenía sus negocios de prostitución. Cuando se reunieron, decidieron unir sus capitales e iniciar un nuevo negocio.

Y así fue como nació el burdel “La Barca de Oro” en León, Guanajuato y como en esta zona la prostitución era legal, no tenían problemas para operar, viendo el éxito de “La Barca de Oro”, abrieron otro burdel con el ya conocido nombre de “Guadalajara de Noche”.

El local de “La Barca de Oro”, pertenecía a un hombre que le apodaban “El Poquianchis” por eso es que a ellas automáticamente se les adjudicó el apodo de “Las Poquianchis”, aunque no fuera de su agrado.

La otra hermana llamada Luisa tenía sus propios negocios de prostitución en Tamaulipas y les pedía a sus hermanas que le mandarán “mercancía”.

Los burdeles iban muy bien, generando muchas ganancias, pero en 1962 las autoridades decidieron cerrar todos los burdeles, entonces ellas compraron el rancho “Loma del Ángel” y lo transformaron en un prostíbulo.

Para que este negocio funcionara, Las Poquianchis iban a los pueblos de los alrededores a buscar jovencitas de 12 o 13 años que con ayuda de algunos hombres, las secuestraban y en ocasiones los mismo padres por dinero las entregaban.

Estando en el burdel, las examinaban y los ayudantes se encargaban de violarlas, después las bañaban con agua fría y las vestían para que en la noche atendieran a los clientes. Las jóvenes les eran útiles hasta que tenían los 25 años.

Después de llegar a esta edad las mandaban con un verdugo que se encargaba de dejarlas sin comida y las golpeaba hasta dejarlas totalmente débiles, luego de esto las llevaba a otro lado para enterrarlas vivas y a otras mujeres las arrojaba desde una azotea para que murieran al caer y estas eran algunas de las maneras en que eran torturadas.

Si alguna de las víctimas hacía algo que no estuviera permitido, eran asesinadas y torturadas. Así como a las que salían embarazadas las hacían abortar, si es que eran de las que dejaban buenas ganancias, si no era así las mataban.

Si algunos niños alcanzaban a nacer, los asesinaban y enterraban en el rancho, a excepción de uno que mantuvieron vivo para vendérselo a un cliente que quería “experimentar” con él.

Los policías y militares se mantenían callados y hasta cuidaban del negocio a cambio de tener servicios sexuales.

Después alguien les dijo que si hacían ritos satánicos, podrían obtener más ganancias. Estos ritos consistían en colocar una estrella de cinco puntas formada por velas, después sacrificaban a un gallo y las hermanas se desnudaban para bañarse en la sangre del animal.

Luego desnudaban a las niñas nuevas, quienes eran violadas por los ayudantes de Las Poquianchis mientras ellas, veían la escena con carcajadas, el siguiente paso del ritual era que metieran un animal al lugar y hacían que las jovencitas hicieran actos zoofilicos, para después comenzar una orgía en la que las hermanas participaban.

Tiempo después encontraron otro negocio macabro, vendían la carne de las prostitutas por kilo en el mercado.

Fue hasta que una de las víctimas logró escapar que se realizó una denuncia, tras el arresto, fueron descubiertas diferentes fosas clandestinas donde las hermanas enterraban a los muertos.

Les ordenaron solo 40 años prisión. Años después María de Jesús salió de la cárcel y desapareció sin dejar rastro. Carmen murió de cáncer dentro de la cárcel, Luisa fue arrestada en Tamaulipas y terminó recluida en un manicomio. Delfina murió en una dolorosa agonía, después de que un albañil dejará caer una cubeta de mezcla sobre su cabeza por accidente.

Con información de: Diario de Querétaro y Milenio.

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