La pasión por el fútbol en el Bajío

La pasión por el fútbol en el Bajío: con Dios y con la Trinca y los grandes Toros de Celaya. Textos de colección de Félix Fernández (@Felixatlante12):

Con Dios y con La Trinca

“Con Dios y con La Trinca”, reza el dicho en Irapuato, cada vez que se habla de futbol. Justo ahora se cumplen 113 años de rodar el balón en esta particular ciudad del Bajío mexicano.

Los traspiés han sido constantes y la posibilidad de disfrutar a este equipo en la Primera División, muy limitada. Desgraciadamente, Irapuato mismo se ha encargado, muchas veces, de meter el pie a su propio futbol, a su propia afición.

En 2004, la reducción de 20 a 18 equipos eliminó a Querétaro e Irapuato de la Primera División, ante la poca claridad de sus finanzas e ingresos. Desde ahí, varios intentos fallidos; sin duda, el más significativo se dio en 2021, cuando Irapuato ganó deportivamente su ascenso a la Liga de Expansión. Sin embargo, la familia San Román —dueña del equipo— denunció a Grupo Orlegi de impedir su ascenso, se retiró del futbol y apagó las luces del estadio Sergio León Chávez.

Tras una disputa legal entre el municipio y particulares por el estadio, La Trinca regresó en el actual torneo, dentro de la Segunda División Premier, gracias a la licenciada Celomithe Ramírez, quien adquirió la nueva franquicia.

Por supuesto, el objetivo para una plaza que ha visto cuatro ascensos y 11 títulos profesionales es lograr uno más, dentro de una comunidad tan futbolera como golpeada, pero tan entusiasta como resiliente. En este campeonato de Segunda División, se juega un solo torneo largo en dos zonas, con 18 equipos cada una, para disputar una Liguilla y posteriormente la final entre los ganadores de cada grupo, para obtener al campeón único que, de cumplir con los requisitos, podrá participar en la hoy llamada Liga de Expansión.

Pero en el futbol mexicano, las alegrías —en ocasiones— son saboteadas por sus protagonistas. Si sucedió en aquel América goleador de Beenhakker a mediados de los 90, por qué no podría también aplicar en este Irapuato con excelentes números: invicto de local, sólo tres derrotas en 21 partidos, el segundo más goleador, segundo con menos derrotas y con siete juegos sin caer. Sin embargo, a pesar de esta racha, su director técnico —de pronto— fue cesado.

Confieso mi debilidad por Irapuato, debido a muchos recuerdos vividos dentro de su estadio y ciudad a finales del siglo pasado y principios del actual. Por lo mismo, he seguido cada uno de los valiosos intentos por revivir su equipo, siempre azul y rojo.

Esta vez, la incongruencia se repite y todo parece indicar que la salida del cuerpo técnico se debió a un capricho y petición de un futbolista, un tanto acomodado, que no estuvo de acuerdo con la exigencia máxima requerida.

Las muy buenas redes sociales del equipo no mienten y muestran un equipo de Segunda División, con mucho mejores entradas que cualquiera de Expansión, sobre una de las mejores canchas del país.

Hoy inicia la etapa con el nuevo DT: Harlem Medina, y muy probablemente es tiempo de levantar la plegaria una vez más: “Con Dios y con La Trinca”, porque ninguna otra plaza en México ha sido tan castigada.

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Celaya, siempre contra el viento

“Los secretos que compartimos y las montañas que movimos, fueron atrapados como incendio fuera de control… Hasta entonces, no quedaba nada por quemar y nada que demostrar… Recuerdo cómo me tomó, con fuerza… Ojalá no hubiera sabido ahora lo que no sabía en ese entonces… Corrimos contra el viento…”.

Coincidencia o casualidad, al momento de ingresar a la ciudad de Celaya, el 8 de junio de 1998, sonaba en mi auto Against the wind, de Bob Seger. Tan reveladora como intuitiva y tan precisa como estimulante.

Celaya me enseñó una nueva forma de sentir el futbol, una manera distinta de vivirlo, una nueva forma de verlo y una manera distinta de analizarlo antropológicamente.

La esencia de Celaya radica en la bondad y la calidez, pero también en la entrega y la exigencia hacia quienes les representan en una cancha. Su máxima pasión. Todo aquel que haya sido parte de cualquiera de los siete escudos que han portado el nombre de la ciudad en estos 70 años, ha experimentado la misma sensación en el estadio Miguel Alemán: orgullo.

Fui parte de esta linda institución durante dos etapas, con el mismo objetivo: la salvación. En ambas se consiguió la meta (1999 y 2002) y, en las dos, fue determinante el apoyo de la afición.

Si en aquella final contra Necaxa, en 1996, el Azteca se pintó de blanco, por la invasión celayense, tres años después la escena se repitió, para evitar el descenso contra el América.

No podría entenderse la relevancia de Celaya en Primera División y su impacto internacional sin la presencia de don Enrique Fernández (qepd), quien depositó su intensidad, pasión, arrojo y valentía en un equipo de futbol que se caracterizó por ser intenso, pasional, arrojado, valiente y, además, sorpresivo. Desde que compró al equipo, ascendió en Pachuca (1995), contrató a una estrella mundial (Emilio Butragueño), disputó la final en su primer año en Primera (1996) y se la jugó, en solitario, cuando el equipo se encontraba virtualmente descendido y todos sus socios abandonaron.

Desafortunadamente, Celaya finalizó 2023 como la ciudad más violenta del mundo, según el índice de homicidios de acuerdo a su población (por cada 100 mil habitantes). La alegría de sus múltiples restaurantes y bares, antes y después de los partidos, la seguridad en las calles y negocios, las reuniones sociales nocturnas y la activación de la economía entorno al equipo de futbol, hoy son recuerdos y nostalgia.

“Juraba que nunca terminaría… Éramos jóvenes y fuertes, corrimos en contra del viento… Los años pasaron lentamente y me encontré solo, muy lejos de casa, rodeado de extraños, que pensé eran mis amigos. Perdí la ruta, había demasiados caminos… Aprendí a vivir corriendo, siempre en contra del viento”.

Terminada mi participación en Celaya, dejé la ciudad, con la compañía de Against the wind, que se ajusta tan bien al futbol profesional celayense en siete décadas y a la realidad actual de una sociedad que diariamente rema contra corriente, corre contra el viento y de la cual me siento parte desde aquel 8 de junio de 1998.

Columnas tomadas de El Universal.

Fotografías de Notus y El Sol del Bajío.

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