Por: Carlos Loret de Mola / @CarlosLoret
Cuando Xóchitl Gálvez felicitó a Claudia Sheinbaum por su victoria en las elecciones, no le avisó a nadie. Lo hizo por decisión propia. Por convicción y ante la contundencia de los datos que había venido recibiendo. La reacción del dirigente nacional del PAN fue furiosa.
Cuentan los que estaban ahí que Marko Cortés le gritó a su candidata presidencial que cómo se había atrevido a felicitar a Claudia sin consultarle, que él estaba planeando la estrategia de denunciar públicamente un mega fraude. Xóchitl Gálvez -según las mismas fuentes- le contestó que ella era la candidata y ella decidía cuándo y cómo reconocer la derrota.
“Fue una gritoniza”. Así me lo describen.
No era la primera vez que el dirigente panista le gritaba a su candidata. Había sucedido también después del primer debate, en abril pasado, cuando Xóchilt Gálvez tuvo un muy mal desempeño. Relatan que Marko le espetó: “los candidatos del PAN no pierden los debates”. Ella lo había perdido.
Entre el dirigente nacional del PAN y quien fue su candidata presidencial hay un profundo conflicto postelectoral. No se hablan. Se abrió una grieta que quién sabe si se va a reparar y en dado caso, cuándo.
Cuentan en el cuartel opositor que Xóchitl Gálvez no se ha querido subir a la denuncia de un mega fraude electoral el día de la jornada. Tampoco a la impugnación de la sobrerrepresentación del obradorismo en el Congreso (la alianza oficialista obtuvo el 54% de los votos para el Congreso pero se calcula quedará con el 72% de los diputados). Considera que las inconsistencias entre las actas, las sábanas colocadas afuera de la casilla y el PREP son habituales en cualquier elección y cambiarán sólo marginalmente el resultado. Y que en la sobrerrepresentación Morena jugó bien sus fichas y se aprovechó de los huecos de la ley.
En cambio, sí buscará que se limpien las irregularidades que se detecten, que se defiendan los triunfos de diputados y alcaldes que tienen votaciones cerradas y sobre todo, que quede para la historia una sanción sin precedentes al Presidente López Obrador por su grosera intromisión a favor de su candidata y una condena al uso de programas sociales (“elección de Estado”).
Hoy, el equipo ciudadano que arropó a la candidata evalúa conformar un movimiento totalmente desligado de los partidos, para aprovechar la imagen de Xóchitl Gálvez para defender desde la sociedad civil los organismos y poderes autónomos cuyo asedio se ha anunciado por la futura presidenta Sheinbaum.
En cambio -quién lo iba a pensar- la que está de maravilla es la relación entre Xóchitl Gálvez y Alejandro “Alito” Moreno. Parece que el dirigente nacional priista ha estado muy cerca de la candidata en la derrota, con ánimos y apoyo moral.