Por: Héctor Andrade Chacón / @hectorandrade70
A menos de una semana del experimento democrático más ambicioso (o más confuso), de los últimos tiempos, los ciudadanos de Guanajuato se preparan para recibir no una, ni dos, sino seis boletas con los nombres de 174 personas que aspiran a cargos judiciales. ¿La lista? Un buffet político-judicial que incluye desde ministros de la Suprema Corte hasta jueces de distrito, incluyendo una presidente municipal en funciones y un exregidor de la capital con un pasado cuestionable sobre su probidad, ambos afiliados al partido morena, entre otros. Votar es fácil, nos dicen. Claro, fácil, como leer un proyecto de ley de 500 páginas en 4 horas, entenderlo y levantar el dedo.
Para los privilegiados con internet, computadora, tiempo y estómago para la burocracia digital, el INE diseñó una plataforma para consultar los perfiles de las 174 personas candidatas por las que podrán votar los guanajuatenses.
Aplausos. Pero no todos tienen acceso a esa maravilla tecnológica, pequeño detalle ese de olvidar que en un país donde millones no tienen conexión, y muchos otros no saben ni cómo prender una computadora. Y mientras tanto, a los que sí pueden entrar a consultar sin perderse en el camino, se les pide revisar decenas de currículos escritos con libertad absoluta: hay quien presume su honestidad como si eso fuera mérito, y quien repite “justicia social” como si fuera conjuro.
¿Y los demás? Bien, gracias. De acuerdo con varias fuentes periodísticas, a ellos los esperan los clásicos “acordeones”, esas hojas llenas de números y nombres que reparten los operadores políticos. Son, digámoslo así, “sugerencias respetuosas” de cómo llenar las boletas sin equivocarse. Porque claro, anular el voto es pecado. El clientelismo electoral siempre ha sido artesanal, y ahora también se moderniza: hay quien llevará el acordeón impreso en papel reciclado.
Pero ni siquiera los informados están a salvo del despropósito. Revisar los perfiles de 174 personas con aspiraciones judiciales es una tarea que podría agotar a cualquiera. ¿Quién tiene tiempo de discernir, entre tanto adorno biográfico, quién garantiza independencia, quién ha sido funcionario gris y quién simplemente es cuota de alguien? No hay criterios homogéneos, ni filtros, ni evaluación objetiva. Solo páginas llenas de palabras bonitas y promesas que suenan más a campaña que a compromiso con la ley.
En este panorama, hablar de un “voto informado” es como hablar de un unicornio: hermoso en teoría, inexistente en la terca realidad. Y no es culpa del ciudadano. Es el sistema el que ha fallado: se “diseñó” una elección para especialistas, pero se exige participación masiva, sin acompañarla de pedagogía, sin claridad, sin equidad.
El resultado es un dilema que no se resolverá con frases de civismo barato. Por un lado, se promueve el voto como el último acto de fe republicana; por el otro, existe quien se plantea la abstención como resistencia civil ante el desmantelamiento del Poder Judicial. Votar puede parecer legitimar una farsa; no votar, dejarle el poder a quienes ya hicieron el primer reparto (el segundo será en el 2027).
Mientras tanto, los partidos hacen lo que mejor saben: mover a sus bases, presionar sindicatos, activar burócratas. No importa si los votantes entienden por quién votan. Lo importante es que lo hagan… como les dicen. Porque aquí lo de menos es la justicia. Lo central es el control. ¿Y el INE? Investigando dicen los consejeros electorales.
Y sí, este proceso pudo haber sido una oportunidad histórica para acercar la justicia al pueblo. Pero con boletas ininteligibles, perfiles desordenados y sin pedagogía institucional, se ha convertido en un ritual sin sentido. Un simulacro democrático donde lo único garantizado es la confusión.
Entonces, ¿votar o no votar? Depende de si uno quiere ser cómplice de una parodia o ausente en la tragedia. Porque en el fondo, lo que se juega el 1 de junio no es solo la elección de jueces: es la credibilidad del sistema, la dignidad del voto y la posibilidad –aún remota– de que la justicia en México deje de ser una promesa y se convierta en realidad.
Mientras tanto en Guanajuato… El lunes pasado arrancó la repartición de paquetes electorales a presidentes de casilla, tras el ‘exitoso’ simulacro del domingo para probar sistemas informáticos que procesarán los votos. Para alimentarlos, el INE contrató —con su característico rigor— a 75 personas por distrito. ¿Criterios de selección? Ninguno: ni entrevistas, ni exploración, ni contrastación de currículos, ni esas minucias que suelen pedir para trabajos serios. Eso sí: confiamos en que estos capturistas elegidos al azar manejarán con precisión matemática y ética intachable los resultados de nuestra democracia. ¿O no?
Tomado de Paralelo X.