Hay muchas botanas, platillos y dulces que son de origen mexicano, y que incluso, por su nombre puede adivinarse que tienen su origen en el país. Sin embargo, hay otras botanas que, por su nombre, pensaríamos que son extranjeras, sin embargo, también tienen su origen en México.
Tal es el caso de los cacahuates japoneses, que contrario a lo que muchas personas pensarían, no son de Japón, pues se crearon en el popular barrio de La Merced, en la Ciudad de México.
Fue en la década de los años 40 del siglo pasado, cuando esta botana comenzó a venderse en el barrio de La Merced, en la Ciudad de México. Se hacían largas filas de personas que buscaban degustar el nuevo sabor del japonés Yoshigei Nakatani, el creador de los Cacahuates Japoneses.
Estos cacahuates, que se bañaban en harina de trigo, jarabe de azúcar, grasa vegetal, agua, sal, bicarbonato de sodio y salsa de soya, son la prueba de que los sabores no conocen fronteras.
Aquí la historia:
La historia de los cacahuates japoneses comienza con Yoshigei Nakatani, un inmigrante japonés que llegó a tierras mexicanas a los 22 años, quien buscaba mejores oportunidades y con la promesa de volver con su madre cuando él triunfará, de acuerdo con el portal Discover Nikkei.
En tanto, su primer empleo fue en un almacén de un empresario japonés, en el que la mayoría de los inmigrantes que trabajan junto a él comenzaron a vivir en el barrio de La Merced, en la Ciudad de México.
En dicha zona fue en donde conoció a Emma Ávila, de quien se enamoró y con quien se casó en 1935. Con quien tuvo hijos, uno de ellos fue el famoso cantante Yoshio (Gustavo Nakatani Ávila), quien murió en 2020 debido a complicaciones tras haber contraído la enfermedad de COVID-19.
Trabajaba en una fábrica de botones de concha nácar que formaba parte de El Nuevo Japón, empresa de Heijiro Kato, competencia de otros almacenes, como Palacio de Hierro y Liverpool.
Sin embargo, el ataque de Japón a Estados Unidos en 1941, provocó el cierre del almacén donde trabajaba Yoshigei Nakatani, debido a que el dueño era considerado un espía del imperio japonés, por lo que fue intercambiado junto con otros diplomáticos japoneses por norteamericanos y mexicanos que vivían en Japón.
Al estar sin trabajo, en 1943 Yoshigei Nakatani, comenzó a fabricar dulces, pues cuando era niño aprendió a hacerlos mientras trabajaba en una fábrica de dulces japonesa. Yoshigei y su esposa Emma elaboraban muéganos en el cuarto de la vecindad en la que vivían, y luego idearon otra fritura que era llamada oranda, elaborada con trigo y sal.
Como el negocio marchaba bien y sus dulces se vendían en varias dulcerías del barrio, Yoshigei pensó en hacer algo más, unos cacahuates que le recordaban su infancia: de harina, arroz y soya.
En Japón hacían mamekashi, una botana de varias semillas como frijoles, chícharos y cacahuates que se cubren con harina condimentada, la cual a su vez había llegado a Kioto desde China en el siglo XV.
Sin embargo, como suele suceder al adaptar recetas en tierras extranjeras, Yoshigei no tenía a su alcance todos los ingredientes originales, así que en lugar de harina de arroz, los hizo con harina de trigo, lo que se convertiría en un éxito total.
Como resultado, el producto ganó mucha popularidad en las dulcerías en el mercado de La Merced.
Como una variedad de mamekashi, los cacahuates japoneses se convirtieron en una botana mexicana. Los cacahuates se vendían en bolsas de celofán y para la década de los 50 ya llevaban impresos el nombre de Nipón y una pequeña geisha que dibujó su hija Elvia; de acuerdo con fotografías de sus antiguos empaques, se hacían en la calle de Carretones, en el Distrito Federal, la cual se encuentra cerca del Mercado de La Merced.
Cabe mencionar que el nombre “cacahuate japones”, se debe a que la gente relacionaba la botana con la familia, en donde era común escuchar frases como “los cacahuates del japonés”, por lo que decidieron comercializarlo bajo el nombre por el que aún se conoce.
La fama de los cacahuates se extendió a toda la ciudad de México, surgieron nuevos productos y también comenzaron a ser producidos por otras empresas. Aunque Nipón sobrevivió a diversas crisis económicas, en 2017 fue comprada por La Costeña, y a la par surgió otra empresa familiar: Dulces Komiru.
Fuentes: El Economista, México Desconocido, Infobae.