Y es que las ideologías cumplen sus papeles históricos de acuerdo a los tiempos. Andrés Manuel se quedó en los 80, cuando para el priismo el enemigo era el empresariado, el gran capital. La derecha, la oligarquía, la reacción.
Yo voté por López Obrador. En mis redes promoví intensamente sus discursos, agendas, propuestas. Me decía que si ya nos gobernó un tonto, pues que ahora nos gobierne un loco. Y durante los primeros dos años de su gobierno hice esfuerzos por justificar sus acciones, pero el mal manejo de la pandemia me decepcionó.
También le cuestiono su doble moral. Por un lado cuestiona un pasado – y con mucha razón – de corrupción, pero por otro lado tolera a los suyos, familiares, amigos, gente de su gabinete. Eso no me parece honesto. México es mayor de edad. No se chupa el dedo. El país no es de pobres tontos, como me parece que ve a la masa.
Estamos a la mitad del camino y veo oscuridad en México. Años oscuros para el país. Y no hay visos de un cambio para bien. Y por eso, para quienes somos viejos es triste saber que dejaremos un México altamente vulnerable, con infinidad de riesgos y apunto de irse al precipicio.
Empero, debe de haber esperanza para tener un país ganador. Esto deberá de significar el esfuerzo de toda esta nación para sacar a flote este barco que se hunde. Se nos hace tarde.