Personalizar las preferencias de consentimiento

Usamos cookies para ayudarle a navegar de manera eficiente y realizar ciertas funciones. Encontrará información detallada sobre cada una de las cookies bajo cada categoría de consentimiento a continuación.

Las cookies categorizadas como “Necesarias” se guardan en su navegador, ya que son esenciales para permitir las funcionalidades básicas del sitio web.... 

Siempre activas

Las cookies necesarias son cruciales para las funciones básicas del sitio web y el sitio web no funcionará de la forma prevista sin ellas. Estas cookies no almacenan ningún dato de identificación personal.

No hay cookies para mostrar.

Las cookies funcionales ayudan a realizar ciertas funcionalidades, como compartir el contenido del sitio web en plataformas de redes sociales, recopilar comentarios y otras características de terceros.

No hay cookies para mostrar.

Las cookies analíticas se utilizan para comprender cómo interactúan los visitantes con el sitio web. Estas cookies ayudan a proporcionar información sobre métricas el número de visitantes, el porcentaje de rebote, la fuente de tráfico, etc.

No hay cookies para mostrar.

Las cookies de rendimiento se utilizan para comprender y analizar los índices de rendimiento clave del sitio web, lo que ayuda a proporcionar una mejor experiencia de usuario para los visitantes.

No hay cookies para mostrar.

Las cookies publicitarias se utilizan para entregar a los visitantes anuncios personalizados basados ​​en las páginas que visitaron antes y analizar la efectividad de la campaña publicitaria.

No hay cookies para mostrar.

El enigmático azul maya al descubierto: un nuevo análisis desvela todos sus secretos

Fue en 1931 cuando una expedición arqueológica que se encontraba excavando en el sitio arqueológico de Chichén Itzá, en la península de Yucatán, descubrió un color que hasta aquel momento no había sido identificado. Denominado azul maya por sus descubridores, este color es un pigmento híbrido muy poco común que está compuesto por índigo orgánico y paligorskita, un mineral arcilloso o filosilicato de magnesio y aluminio.

Su intenso color es, a menudo, poéticamente comparado con el tono del mar Caríbe o con el brillante cielo azul de la península de Yucatán. Además, a diferencia del índigo tradicional, que se difumina con el paso del tiempo y la exposición a la intemperie, el azul maya resiste a las sustancias químicas e incluso a la intensa humedad de los trópicos.

Durante décadas, los científicos no supieron con exactitud cómo se elaboraba el intrigante azul maya. En 2008, el conservador adjunto de Antropología del Museo Field de Historia Natural de Chicago, Dean E. Arnold, y su equipo propusieron una teoría sobre su creación: tras analizar los restos de pigmento adheridos en restos de cerámica encontrados en un pozo en Chichén Itzá, descubrieron que los alfareros mayas calentaban una mezcla de índigo, paligorskita y copal, una resina aromática que se empleaba en las ofrendas ceremoniales.

El mágico Azul Maya

Detalle de uno de los murales descubiertos en Bonampak, donde se representó a un grupo de altos dignatarios mayas.

Todo parecía indicar que este proceso producía un pigmento azul que se conservaba durante mucho tiempo. El descubrimiento pareció haber dado definitivamente respuesta a la pregunta sobre cómo los mayas elaboraban su famoso color azul. Hasta ahora, cuando el propio Arnold afirma haber descubierto un segundo método para la elaboración de este singular pigmento. Al parecer, la clave en este caso era no emplear copal.

En la reunión anual de la Sociedad de Arqueología Americana en Denver, que tuvo lugar el pasado 25 de abril, Arnold presentó los hallazgos de un análisis detallado de doce cuencos descubiertos en Chichén Itzá. Tras examinarlos en el laboratorio, el investigador descubrió que habían sido calentados y contenían restos quemados de plantas y unos residuos blancos, que resultaron ser de paligorskita.

Según Arnold, estos residuos demostrarían que los alfareros mayas molían el mineral arcilloso mientras aún estaba húmedo, lo mezclaban con índigo y, posteriormente, calentaban la mezcla desde abajo, en el mismo cuenco. Un método desconocido hasta ahora para los investigadores.

Este nuevo descubrimiento sugiere que los mayas empleaban al menos dos métodos distintos para elaborar el azul maya, adaptando sus técnicas según los recursos disponibles. Asimismo, el hallazgo pone de manifiesto sus habilidades y conocimientos de química. “Las observaciones de estos cuencos proporcionan evidencias de que los antiguos mayas usaban este método como una segunda forma de crear el azul maya”, afirma convencido Arnold.

Pero el azul maya no era tan solo un color atractivo. El nuevo hallazgo aporta también nuevos datos acerca de este brillante pigmento. El azul maya, que se empleó desde el año 300 a.C. hasta el período colonial, además de decorar vasijas, murales y esculturas, servía para decorar el cuerpo de los prisioneros que iban a ser sacrificados en honor a Chaak, el dios de la lluvia.

Arnold recoge su reciente investigación sobre el famoso pigmento en su libro Azul Maya, considerado por los expertos el estudio más completo realizado hasta la fecha sobre el tema. En él, el investigador, que combina análisis arqueológicos, químicos, etnográficos y de ciencias de los materiales, expone su hipótesis sobre esta segunda elaboración del azul maya y cómo esta metodología se extendió por toda Mesoamérica.

Calakmul: una ciudad pionera en el uso del azul maya

Yacimiento de Calakmul

De acuerdo a Muy Interesante, uno de los casos de estudio que ha proporcionado datos sólidos sobre los procesos de elaboración del azul maya se realizó a partir de los materiales de Calakmul. La investigación, encabezada por María Luisa Vázquez de Ágredos Pascual, se centró en las estructuras monumentales de Calakmul, una de las ciudades mayas más influyentes del Período Clásico. El análisis de muros, fachadas y tumbas mediante microscopía electrónica, voltametría y espectroscopía permitió detectar la presencia de azul maya en distintas fases constructivas de la ciudad.

El descubrimiento más revelador fue la identificación inequívoca del pigmento en la subestructura IIC de la estructura II, fechada en torno al 150 d.C. Esto lo convierte en uno de los ejempos de uso más antiguos documentados del azul maya en la arquitectura monumental de las Tierras Bajas mayas. Este hallazgo, por tanto, demostraría que los mayas ya dominaban la tecnología necesaria para producir este pigmento siglos antes de lo que se creía.

A esta primera aparición le siguen otras evidencias del uso del pigmento ubicadas en Calakmul. Se halla, igualmente, en murales de estructuras del Clásico Temprano (como la subestructura I o los edificios A-3, A-5 y A-6) y del Clásico Tardío, como la tumba del rey Yuknom Yichak Kak (695 d.C.).

Una paleta sofisticada: variedades del azul maya en Calakmul

Los análisis realizados permitieron clasificar distintas variedades de azul y verde maya empleadas en los murales calakmulenses, diferenciadas tanto por su tonalidad como por su composición química. Se identificaron hasta seis tonalidades de azul, que iban desde el azul grisáceo hasta el azul brillante, pasando por el azul turquesa y el azul oscuro. Algunas de estas tonalidades mostraban la presencia de ocre añadido, lo que producía verdes oscuros, quizás por razones simbólicas o estéticas.

La presencia de estas variedades demuestra que los pintores mayas de Calakmul dominaban una gama cromática amplia y compleja, resultado de un conocimiento técnico avanzado. Este dominio del color se traduce también en la integración de pigmentos tanto locales como foráneos. Es el caso del cinabrio (HgS) hallado en la tumba de Yuknom Yichak Kak, un material exótico adquirido, con probabilidad, mediante redes comerciales.

Un eficaz análisis multidisciplinar

Para caracterizar el azul maya en los fragmentos murales, los investigadores aplicaron una estrategia analítica multimétodo. Así, combinaron técnicas como la microscopía electrónica de barrido con espectroscopía de rayos X (SEM/EDX), usada para identificar la composición mineralógica, y la voltametría de micropartículas (VMP), esencial para detectar la presencia de índigo y su estado de oxidación.

También se recurrió a la espectroscopía UV-Visible, útil para diferenciar las bandas de absorción de índigo y dehidroíndigo, y la espectroscopía infrarroja por reflexión total atenuada (ATR-FTIR), que permitió identificar la palygorskita y las bandas asociadas al tinte orgánico.

Estas herramientas revelaron, por ejemplo, que las diferentes tonalidades de azul se obtenían a través de proporciones variables de índigo y dehidroíndigo, o a la incorporación deliberada de pigmentos terrosos como la limonita. Las observaciones al microscopio mostraron las texturas cristalinas y porosas características del pigmento, que confirman su manufactura intencional y no accidental.

Un legado químico con carga simbólica

El uso del azul maya en Calakmul, al igual que en otros yacimientos como Chichén Itzá, iba más allá de lo decorativo. En la cosmovisión mesoamericana, el azul tenía una fuerte carga simbólica asociada al agua, el cielo, lo divino y los sacrificios rituales. Emplear este pigmento en tumbas reales o en murales que representaban escenas rituales indica su valor como marcador de poder y sacralidad.

La datación temprana de su uso, ademñas, sugiere que este simbolismo y su tecnología asociada ya estaban consolidados en el Preclásico tardío. Este dato, por tanto, pone en duda la idea de que la sofisticación técnica maya emergió más tarde, durante el periodo clásico.

Un pigmento eterno: reescribiendo la historia del color en Mesoamérica

Los descubrimientos en Calakmul obligan a revisar la cronología y la difusión del azul maya, un pigmento cuya sofisticación anticipa la madurez técnica y simbólica de la civilización maya. Lejos de ser un logro aislado del periodo de mayor esplendor, el azul maya se revela como un componente esencial del imaginario mesoamericano desde sus inicios, vinculado a la identidad, el poder y la cosmología.

Además, este hallazgo confirma que el azul maya no tiene parangón en el mundo antiguo, salvo con su equivalente más lejano: el azul egipcio. Ambos pigmentos nacen del cruce entre la ciencia, el arte y la espiritualidad. Su estudio conjunto permite entender cómo distintas civilizaciones buscaron, con medios propios, capturar el color del cielo para hacer eterno su legado.

Fuentes: National Geographic, Muy Interesante.