Su nombre científico —Stygiomedusa gigantea— evoca ya un cierto aire de leyenda. Y no es para menos: esta medusa de cuerpo etéreo y proporciones colosales, con brazos que pueden alcanzar más de diez metros de longitud, ha sido registrada por la ciencia en apenas 126 ocasiones desde su descripción original en 1910.
Sus avistamientos, tan esporádicos como fascinantes, han convertido a este animal en una especie casi mítica dentro de la biología marina.
Según los investigadores del Monterey Bay Aquarium Research Institute (MBARI), uno de los pocos centros que ha logrado filmarla en múltiples ocasiones, la medusa fantasma se mueve con una lentitud casi ritual, como si cada desplazamiento fuese un gesto coreografiado en un teatro abisal.
“Cada avistamiento es una oportunidad única para aprender más sobre un animal que probablemente ha existido durante millones de años sin apenas interacción con el ser humano”, explican desde el MBARI. Este comportamiento pausado, unido a su falta de células urticantes —inusual entre las medusas—, refuerza su carácter enigmático y la hace aún más atractiva para los científicos.
‼️🪼 ʾʾ Você sabia que existe uma água-viva chamada Stygiomedusa gigantea?
Ela é super rara — só foi vista umas 110 vezes no mundo todo! Pode medir +10m, vive nas profundezas e não tem tentáculos! Usa “fitas” pra caçar. Fantasmona do mar, né? Incrível! pic.twitter.com/7Oi28iQnmp— 𓇼 𝐌. a bióloga. (@ttwiillght) April 9, 2025
Imágenes asombrosas
Las imágenes captadas por vehículos operados por control remoto (ROVs) han sido fundamentales para confirmar sus características: una campana en forma de sombrilla que puede superar el metro de diámetro y cuatro largos brazos planos, sin tentáculos convencionales, que ondean como cintas en el agua oscura.
Estos brazos son su principal herramienta de caza: se cree que envuelven pequeños crustáceos y peces, atrapándolos con una delicadeza engañosa. Su coloración, entre marrón rojizo y amarillo ocre, contrasta dramáticamente con el entorno negro del abismo marino.
A diferencia de otras especies de medusas, la S. gigantea parece preferir la lentitud como estrategia vital. Todo en su biología apunta a una existencia sin prisas: sin depredadores conocidos, sin competencia visible, y sin necesidad de huida.
Sus movimientos, lentos y ondulantes, parecen más propios de un poema visual que de un cazador del abismo. Esta adaptación puede estar relacionada con su hábitat principal, situado entre los 1.000 y 3.000 metros de profundidad, aunque algunas observaciones más recientes la han registrado incluso en cotas de apenas 80 metros en las frías aguas antárticas.
El estudio publicado en Polar Research por el equipo liderado por Daniel M. Moore documentó varios encuentros directos con esta medusa utilizando sumergibles personales desplegados desde el buque de expedición Viking Octantis. “La Stygiomedusa gigantea fue observada entre los 80 y 280 metros de profundidad en las costas de la península Antártica, gracias a estos vehículos de exploración científica oportunista”, explica Moore en el informe.
La investigación sugiere que estos sumergibles, originalmente destinados al turismo de lujo, podrían transformarse en plataformas científicas móviles que abran una nueva era en el estudio de la biodiversidad polar.
༄ the silly little sea creature of the day is the giant phantom jellyfish (stygiomedusa gigantea)
༄ fun fact: these jellyfish seem to emit a faint red bioluminescence, and while it is not known why they put off this glow, bioluminescence is not uncommon in deep sea jellyfish !! pic.twitter.com/cVPVe5flwW
— silly little sea creature otd 🪼 (@seacreature_otd) December 21, 2023
Una frontera de conocimiento
Más allá de lo imponente de su forma física, la Stygiomedusa gigantea representa una frontera de conocimiento. “La escasa frecuencia de los avistamientos hace que cada uno de ellos aporte datos cruciales sobre su distribución, comportamiento y ecología”, subrayan los autores del estudio. Aún se desconoce cómo se reproduce exactamente, aunque algunos indicios apuntan a una posible viviparidad.
No se ha determinado con precisión su longevidad ni su papel en la red trófica de los abismos, aunque algunos expertos especulan con que podría ocupar un eslabón intermedio entre predadores invertebrados y peces abisales.
Este tipo de investigaciones, realizadas con recursos no tradicionales, como los sumergibles de uso turístico, abren un nuevo horizonte para la exploración marina. “Los PS (personal submersibles) representan una herramienta emergente para acceder a entornos antes inalcanzables, especialmente en regiones polares”, concluyen los científicos. Gracias a estos avances, la ciencia puede comenzar a iluminar, poco a poco, los pasadizos más oscuros de nuestro planeta.
Frente a tantas incógnitas, la Stygiomedusa gigantea se presenta como una criatura frontera, un ser entre mundos: ni completamente accesible, ni enteramente oculto; ni temible, ni inofensivo.
Fuente: National Geographic