Estos árboles, pertenecientes a la familia de las bignoniáceas, normalmente despliegan su espectáculo morado a principios de marzo, con la llegada de la primavera.
En plena temporada de invierno, las jacarandas ya comienzan a pintar de morado algunas calles de la Ciudad de México, debido a las flores que desprenden los árboles de jacaranda.
Estos árboles de la familia de las bignoniáceas es común verlos a inicios de marzo con la llegada de la primavera; sin embargo, de acuerdo con una fotografía que se volvió viral en X, antes Twitter, este año decidieron florecer 2 meses antes.
Aunque para muchas personas, el ver un árbol de jacarandas durante el mes de enero produce alegría, esto podría ser algo grave, ya que puede ser un indicador de que las temperaturas están siendo excesivas.
De acuerdo con Marcelo Rodrigo Pace del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el hecho de que un árbol o una planta florezca antes de tiempo puede traer grandes consecuencias al ecosistema.
“Si se producen diferencias en el momento de floración, afectará a todo el resto de la cadena que depende de que esta floración ocurra en un momento específico. Entonces, para el árbol, tal vez el efecto no sea tan grande como lo será para todos los demás seres y procesos que dependen de él”, mencionó.
Señal de alerta
La floración prematura de los árboles, según Pace, puede generar desequilibrios en la naturaleza, afectando a todas las criaturas y procesos que dependen de este evento anual. Aunque el impacto directo en los árboles puede no ser tan evidente, las consecuencias se extienden a lo largo de las cadenas alimenticias, poniendo en riesgo a aves e insectos que también dependen del ciclo natural de las jacarandas.
Los especialistas sostienen que este fenómeno podría ser una señal de alerta de las condiciones climáticas, ya que la flora y fauna están respondiendo a estímulos inesperados. Las alteraciones en los patrones estacionales pueden desencadenar eventos impredecibles, generando una cascada de efectos que se extienden por todo el ecosistema. Esto resalta la importancia de comprender y respetar los ciclos naturales, ya que cualquier desviación podría tener consecuencias a largo plazo.
Si bien la floración de las jacarandas durante el invierno puede parecer un regalo visual para muchos habitantes de la Ciudad de México, es crucial comprender que esta belleza momentánea podría traducirse en desafíos ambientales a largo plazo. La naturaleza ha perfeccionado sus ciclos a lo largo de milenios, y cualquier cambio repentino puede perturbar el delicado equilibrio que mantiene la biodiversidad y la estabilidad del medio ambiente.
Historia de las jacarandas de la CDMX
Estos coloridos árboles que llegan a medir hasta 30 metros de altura, florecen dos veces al año: en primavera y en otoño.
En 1892, un jardinero imperial en Tokio llamado Tatsugoro Matsumoto llegó a México con una ola de emigrantes japoneses. Al llegar quedó maravillado al percatarse que el país tenía un especial aprecio por las plantas.
En 1910, Porfirio Díaz le pidió que se hiciera cargo de los jardines presidenciales, así como el del Castillo de Chapultepec.
Tras la Revolución, Pascual Ortiz Rubio, quien en ese entonces era presidente le pidió que sembrara cerezos en la CDMX, sin embargo, pronóstico que no sería posible debido al clima de la ciudad, por lo que buscó otro tipo de árboles para embellecer la capital del país.
Luego de buscar varias opciones que quedarán perfectos con el clima de México, llegó hasta el árbol de jacarandas, donde el gobierno de Álvaro Obregón dio luz verde al proyecto de plantar dichos árboles provenientes de Brasil que cambiarán por completo el color de las principales avenidas y calles de la Ciudad de México.
Con información de El Siglo de Torreón y Enséñame Ciencia.