Xavier Villaurrutia nació en Ciudad de México en 1903. Estudió en el Colegio Francés y en la Escuela Nacional Preparatoria, donde inició su amistad con Novo y Torres Bodet. Abandonó los estudios de Derecho para dedicarse por completo a las letras. Hizo estudios de teatro en el Departamento de Bellas Artes y estudió arte dramático en la Universidad de Yale becado por la Fundación Rockefeller.
Junto con otros intelectuales mexicanos, como el poeta y dramaturgo Salvador Novo, fundó las revistas: Ulises (1927) y Contemporáneos (1928) que marcaron un hito fundamental en el panorama de la literatura mexicana al aglutinar a un grupo de magníficos poetas comprometidos en una tarea de depuración lingüística y de apertura y renovación del quehacer poético.
En esa época publicó los versos de sus Nocturnos en 1933 en el libro Nostalgia de la muerte. Fue maestro de Octavio Paz. Jamás abandonó su defensa de la independencia del arte, su oposición al nacionalismo cultural y su propuesta de una literatura mexicana en diálogo consigo misma, con el resto de literaturas del mundo y con la esencia del fenómeno poético. En 1943 impulsó, junto a José Bergamín, la revista El hijo pródigo.
Si bien su labor poética fue la más destacable también realizó una gran labor como crítico literario y dramaturgo.
Hizo estudios de teatro en el Departamento de Bellas Artes. En 1928 había fundado con otros escritores el teatro de Ulises “pequeño teatro experimental adonde se representan obras nuevas por nuevos actores no profesionales”.
Fue becado en 1935 por la fundación Rockefeller y estudió arte dramático durante un año en la Universidad de Yale de New Haven, Connecticut, Estados Unidos. Escribió obras de teatro y hasta una ópera: La mulata de Córdoba. Libreto escrito en colaboración con Agustín Lazo. Música de José Pablo Moncayo que fue estrenada en el Palacio de las Bellas Artes en 1948.
Murió en Ciudad de México en 1951.
A los cuatro años de su muerte, en 1955, se instauró en su honor el Premio Xavier Villaurrutia de escritores para escritores que conceden la Sociedad Alfonsina Internacional (SAI) y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes de México.
Su poesía otorga una indiscutible importancia, una sugerente función inspiradora, al principio del error freudiano y a la técnica, utilizada ya por los surrealistas, de la inconsciente asociación de ideas potenciada por un mismo fonema, que alude a planos muy distintos de la experiencia. La palabra adquiere así un carácter casi fantasmagórico, que actúa como un espejo donde el poeta se ve siempre devuelto a sí mismo en un insatisfactorio vaivén lleno de ansiedad, revelador de una carencia que es la propia esencia del vivir y que sólo puede concluir con la muerte.
Con información de: Escritores e INBA.