Firewall ciudadano: claves y controles. El desafío de votar con conciencia

Por: Héctor Andrade Chacón / @hectorandrade70

A dieciocho días de una elección distinta, los mexicanos nos enfrentamos a una pregunta incómoda: ¿sabemos realmente lo que estamos eligiendo? No se trata de un simple acto administrativo, sino de un giro radical en nuestra democracia. Sin embargo, el tiempo apremia, y el riesgo de que este proceso se reduzca a un ejercicio de improvisación o, peor aún, de manipulación, es real.

La justicia siempre ha parecido un asunto lejano, técnico, reservado a especialistas. Pero ahora, de pronto, su futuro depende del voto de ¿millones? ¿miles? Uno de los problemas recurrentes, como ya se ha expresado en anteriores entregas, es que pocos que no sean especialistas entienden qué hace un magistrado, por qué importa su independencia o cómo su trabajo afecta la vida cotidiana. No es solo cuestión de ignorancia, sino del desinterés cultivado por décadas. Un sistema que nunca apostó por la educación cívica hoy cosecha ciudadanos que ven lo judicial como un laberinto incomprensible. La educación ciudadana es la piedra angular de cualquier sistema democrático. Pero nuestra realidad es otra: en muchas escuelas enseñan más fechas históricas que mecanismos de participación, y algunos de los medios de comunicación prefieren el escándalo al análisis serio, y ni hablar de ese nicho autodenominado “influencers” que abarrota las redes en busca de notoriedad.

En estas circunstancias, dos peligros son claros. El primero es la desinformación. En un mar de candidatos con nombres desconocidos y trayectorias opacas, el voto puede convertirse en un acto de fe ciega o, simplemente, en una papeleta más marcada al azar. El segundo riesgo es la polarización. Aún se percibe en el ambiente la tortuosa ruta para la selección de los candidatos donde se deslizó una suerte de aplicación de la lógica de lealtades políticas sobre los méritos profesionales, (de hecho, lo vemos en la promoción que hacen en redes varios candidatos donde hacen todo lo posible por identificarse con el partido en el poder), de ser así la justicia perderá su esencia: ser un árbitro imparcial, no un botín.

Pero hay algo más grave: la apatía. Muchos, sobre todo los jóvenes, perciben esto como un trámite sin importancia. No es así. Quienes integran los tribunales deciden desde casos de corrupción hasta derechos laborales, desde conflictos agrarios hasta la libertad de expresión. Votar sin saber es renunciar a la posibilidad de una justicia digna.

¿Qué puede hacerse en estos días críticos? No hay tiempo para milagros, pero sí para acciones concretas:

1. Exigir transparencia. Que los organismos electorales, los medios y las redes sociales refuercen la difusión de manera clara y masiva de quiénes son los candidatos, qué han hecho y qué proponen y no solo sus nombres. Este esfuerzo debe contemplar a toda la población. No se necesitan discursos técnicos, sino datos accesibles y no únicamente a través del internet.

2. Rechazar el juego político. Si un partido intenta vender a sus candidatos judiciales como “sus representantes”, hay que recordar que un juez no debe lealtades, sino al derecho.

3. Votar con responsabilidad. Antes de marcar una boleta, basta una pregunta sencilla: ¿quiero que esta persona interprete la ley con justicia o con intereses ajenos?

No le faltará razón a quien cuestione que estas acciones están viciadas por un problema de origen en el procedimiento para la votación el 1 de junio: el ejemplo de Guanajuato, 6 boletas que contienen entre todas 174 opciones para elegir 36 candidatos. Y en la boleta de jueces de distrito hasta hay que checar el color pa´que coincida. Tomar 36 decisiones y plasmarlas en las boletas lo más claro posible y evitar que alguien pueda interpretar el 1 como 7, o el 5 como 2, por ejemplo. (Durango y Veracruz donde, además, estarán eligiendo ayuntamientos, se cuecen aparte).

Cierto, estamos en la idea de que el ejercicio fue diseñado para que la gente no participe, las estimaciones de los diversos actores políticos sobre la participación han fluctuado desde el 8% y hasta un optimista 15%. Esta baja participación traería otra contrariedad grave: la legitimidad de los elegidos, así sea por el voto popular. Ese es tema de otra entrega, hoy estamos optimistas.

El gran reto para los ciudadanos, no para los políticos ni para los partidos, es lograr que la elección de jueces deje de ser un tema gris y se convierta en una narrativa cercana—donde la gente entienda que elegir bien a un juez puede significar un juicio justo para un familiar o la defensa de sus derechos— con ello habremos dado el primer paso, recordemos que el otro 50% de ministros, magistrados y jueces será en el 2027 y habrá tiempo para recomponer muchas cosas. Platón, en “La República”, dejó claro que un gobierno justo solo es posible si quienes eligen conocen las virtudes de quienes gobiernan y ahora habrá que agregar: y de quienes imparten justicia.

Tomado de Paralelo X

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